domingo, 18 de septiembre de 2011

Mis manos están manchadas,
de la impotencia de mi alma,
del ciego que niega ver,
del terco que quiere ser escuchado.

Envenenas con tus palabras,
esa hija que solo quiere ser tu apoyo,
dejar de dar estocadas con vuestras
espadas afiladas por su espalda.

No escuches a los que ensucian tus oídos
con palabras intencionadas,

Esos, que miran por ellos mismos
y no por vosotros
abandonados como dos perros
a vuestra suerte.
Pero bien serán los primeros en recibir
lo que es vuestro.

Y vosotros desagradecéis
lo que ha hecho esa hija por vosotros,
que os ha dado su cariño sin pedir nada a cambio.
Solo vuestro cariño
y solo ha recibido las vejaciones de
la envidia mal sana de algunos que
solo han hecho daño.

Que son unos lenguaraz,
muchos dicen y no hacen nada por vosotros.